Alrededor de 30 kilómetros al suroeste de Buenos Aires, la inquietante ciudad de González Catán está muy lejos de la ruta turística. Pero es el improbable emplazamiento de Campanópolis, la locura construida por un millonario argentino hecho a sí mismo a finales de los años 70.
Un cartel toscamente pintado señala una entrada llena de basura, y la puerta oxidada no revela nada de lo que hay más allá: un grandioso y extravagante pueblo de inspiración medieval, con una iglesia y un molino de viento.
Las paredes de una habitación de un edificio están revestidas de monedas antiguas, mientras que una serie de máquinas de escribir oxidadas adornan otra.
Alberto Campana era un empresario de éxito que dirigía supermercados y un negocio de conservas en Mendoza, la capital del vino del país, situada al oeste. Diagnosticado de un cáncer de garganta terminal en 1976, dio el paso radical de venderlo todo y comprar 250 hectáreas de tierra en barbecho con el sueño de construir una ciudad de fantasía.
A pesar de muchos contratiempos, las obras de construcción comenzaron en 1980, con la ayuda de 100 trabajadores y camiones de tierra traídos para nivelar el terreno. Campana venció los pronósticos y vivió 20 años más, animado por su empuje en el proyecto.
Sin ninguna cualificación arquitectónica formal, improvisó sus diseños, trabajando 14 horas al día, ya fuera en la obra o buscando en subastas chucherías para decorar los edificios.
Varias de las puertas proceden del antiguo hipódromo de Palermo, en Buenos Aires, mientras que las butacas de cuero vintage proceden del desaparecido cine Güemes. Las paredes de una sala de un edificio están revestidas de monedas antiguas, mientras que una serie de máquinas de escribir oxidadas adornan otra. Campana prohibió que nadie durmiera en Campanópolis, y los edificios siguen sin estar amueblados.
En el momento de su muerte, en 2008, la idea de un ferrocarril alrededor del lugar estaba tomando forma, pero un incendio provocado redujo varios vagones a cascos oxidados, lo que dio lugar a una vigilancia privada permanente y a un horario de visitas restringido.
Sólo está abierto los sábados, durante cuatro horas (de 9 a 13 horas, con visitas guiadas obligatorias, pero los visitantes son libres de echar un vistazo después). En la actualidad, el lugar alberga funciones privadas y en 2011 fue elegido por HBO Latinoamérica para proyectar el primer episodio de Juego de Tronos.
La entrada cuesta unos U$D 8 y puedes adquirirla en el sitio campanopolis.com.ar